Introducción

Varias veces he leído, en distintos sitios, que uno no elige un mazo de tarot, sino que es este el que te elige a ti. Antes, cuando en mi ignorancia repudiaba el tarot como un instrumento exclusivo de adivinos y timadores, creía que aquella era una de esas frases hechas que se suelen usar para darle un tono más esotérico al ejercicio de la lectura de cartas. Sin embargo, con el tiempo, he comprendido lo que quiere decir esa frase: sincronicidad; esa es la “magia” del tarot, la base sobre la que se sustenta todo él, el principio mediante el cual se establecen unos lazos temporales e invisibles entre el tarotista, el consultante y el propio mazo, y esto es lo que permite que surja esa “magia” en la que la verdad se nos presenta en forma de símbolos, más plástica y maleable que nunca.

Y puesto que la sincronicidad es un principio que se centra en el aquí y el ahora, es a ese marco espacial y temporal al que limito mis lecturas. La verdad se encuentra aquí y en este momento: en el pasado cobró otra forma, y no sabemos cuál adoptará en el futuro; por eso, cuando se intenta sondear el futuro, la incertidumbre sigue siendo tal, que nadie puede asegurar con toda certeza que una predicción, por vaga y general que sea, vaya a cumplirse. Esto es así porque no existe un futuro, sino infinidad de ellos, pero su ocurrencia depende exclusivamente del presente. No obstante, el ser humano está obsesionado con poder predecir su futuro, y esto se debe a que, al ser seres racionales, necesitamos imperiosamente tener conocimiento de todo cuanto nos rodea para poder actuar en consecuencia y así mantener un control sobre nuestro entorno. De hecho, el objetivo último de todas las ciencias actuales es predecir la ocurrencia de fenómenos en el futuro: el meteorólogo predice el tiempo que hará mañana; el astrónomo, cuál será la trayectoria de un cuerpo celeste; el historiador, si se repetirán patrones del pasado en una región y momento dados. Hasta tal punto llega nuestra obsesión y nuestra necesidad de vivir en un entorno controlable, que tendemos a cumplir cualquier predicción que nos hagan. Por eso, cuando nos ponen una etiqueta en nuestro entorno familiar, tendemos a hacerla realidad; desde pequeño, el primo Pedro ha sido el responsable, mi hermano Lucas el bala perdida, y María la empollona; años después, siendo ya adultas, la mayoría sigue arrastrando esas etiquetas y las cumple. Es como si, a pesar de que en ciertos aspectos nos pueda perjudicar, hubiéramos hecho un pacto global en el que nos esforzamos por hacer cumplir las predicciones que se hacen, porque así sentimos que estamos en un mundo más controlable, y por ende, más seguro. No siempre se cumplen, por supuesto, pero resulta curioso el hecho de que, por ejemplo, cuando un adivino hace cien predicciones y acierta solo una, nos maravillemos por ese único acierto, mientras que tendemos a no tener en cuenta sus muchos fallos.

Esta es la razón por la que los clientes de muchos cartomantes se encuentran satisfechos: ellos mismos cumplen las predicciones que se les hace. El cartomante pone una semilla en la mente de su cliente en el presente que germinará en el futuro, lo alecciona para que cualquier hecho fortuito sea tomado como una señal que refuerza la probabilidad de que se cumpla la profecía.

En esto vemos la gran responsabilidad que tiene una persona que lee las cartas para con su consultante. Muchas veces esa persona y su mazo de tarot se convierten en el psicólogo, el amigo, la persona que proporciona consuelo y apoyo emocional a aquel que sufre y es vulnerable. No puedo por menos que escandalizarme ante los crueles intentos de manipulación que perpetran muchos indeseables con más labia y astucia que verdadero conocimiento, creando una adicción al necesitado en lugar de proporcionarle lo que realmente necesita, aprovechándose de personas que pasan por momentos difíciles. Por eso, no diré una sola palabra más sobre ellos, y me limitaré a explicar cómo utilizo yo el tarot.

Desde pequeño, me ha interesado el alma humana. Estudié Psicología, pero no me satisfizo aquella larga experiencia de cinco años en la que se estudiaba a un ser humano carente de alma. En toda la carrera no se habló de Jung y su visión de la psique humana, y en cambio fui invadido por cientos de teorías conductistas y cognitivistas que trataban al ser humano como un muñeco en el que solo hay que encontrar el botón adecuado y presionarlo para conseguir lo que queremos de él. En mi frustración, acudí a distintas corrientes filosóficas, como el epicureísmo, el estoicismo y el zen, que me llenaron mucho más y me permitieron adoptar teorías sobre el alma humana en base a las cuales desarrollar técnicas para ayudar a los demás a ser felices. Fue en un momento de esa búsqueda cuando di con la cábala y el tarot.

Un día, en unos grandes almacenes, vi en un estante un libro bastante llamativo sobre el tarot de Rider-Waite que incluía un mazo; no sé por qué, entre todos los libros que había allí sobre el mismo tema, fue ese el que llamó mi atención. Pero lo dejé pasar, porque aunque por aquel entonces mi mente ya estaba más abierta y había conocido el tarot de Osho en internet, sentía que aquel no era el momento adecuado para abrir esa nueva puerta. Pasaron los meses, y un día regresé al mismo lugar para comprar un regalo a mi pareja. Una vez que lo hice, como impelido por una fuerza misteriosa, subí a la planta en la que se encontraba la librería, y estuve un rato delante del libro en cuestión. Sentí que tenía que comprarlo en aquel momento… y desde luego que no me arrepentí. Fruto de esa decisión son las líneas que estás leyendo en este momento. A partir de entonces me apliqué al estudio del tarot y la cábala y lo apliqué a mis consultas de psicología y a mi vida personal con un éxito rotundo.

Posteriormente, fui recordando cómo el tarot ha estado llamando a mi puerta desde que era pequeño. Con unos diez años compré en un mercadillo un libro que explicaba cómo practicar la cartomancia con la baraja española; después me aficioné bastante a esta baraja e incluso diseñé algún juego para ella; otro día descubrí en la habitación de mi hermana un mazo en miniatura con los arcanos mayores, que vino como suplemento en una revista, y bajo las escasas directrices que esta ofrecía, me lancé medio en broma a realizar predicciones entre mi familia; en otra ocasión, durante unas vacaciones, mi pareja me pidió que leyera las cartas a nuestros amigos, a pesar de que solamente lo había hecho antes una vez, y de manera humorística. Estos pequeños detalles y muchos otros me hacen pensar que el tarot me estuvo tentando desde casi mi niñez, apareciendo cada cierto tiempo como si me preguntara: “¿estás listo ya?” Y el momento que escogí para adentrarme en sus misterios fue el mejor que podía haber elegido. Claro que era de esperar, ¿pues no es su mayor poder el de la sincronicidad?

A partir de entonces me lancé a su estudio serio, y navegando entre un mar de información fraudulenta o poco fiable, di con Jodorowsky y adopté su personal visión del tarot. Sin embargo, aunque él considera que es el tarot de Marsella en su versión restaurada por él y Camoin el único apto para el uso, yo deseché esa idea desde el principio y seguí con el Rider-Waite; al contrario que el genial chileno, yo pienso que cualquier tarot es apto, pues la mayor parte de la “magia” que se obra a través de él se encuentra en quien lo utiliza, y no en el propio mazo. El tarot es un instrumento que sirve a la vez de inspiración y de canalizador de las propias ideas, pero estas se producen en el ser humano y de él provienen; y como somos tan distintos unos de otros, aunque se usen varios mazos distintos, cada cual se siente más cómodo e inspirado con uno en particular.

No obstante, ese es uno de los pocos puntos en que difiero de Jodorowsky. La lectura de su libro La vía del tarot fue tremendamente provechosa; me ayudó a comprender las infinitas posibilidades del tarot y la mejor manera de usarlo, y puedo decir que mis teorías sobre el tarot, hoy por hoy, tienen una gran influencia de este autor, pero también de la cábala y la numerología. Cualquier disciplina relacionada con el tarot proporciona nuevas ideas e inspiración a la hora de leer las cartas, lo cual es esencial; para realizar una lectura hay que ser muy creativo y tener en cuenta detalles que pasan desapercibidos a menos que estés atento y familiarizado con las cartas de manera que estas estimulen tu imaginación al instante. Pero lo cierto es que este no es un arte exclusivo de unos pocos elegidos: cualquiera puede realizar lecturas, para sí mismo o para los demás, con un mazo de tarot si se esfuerza en comprenderlo.

En este trabajo ofreceré mi visión sobre el tarot y su aplicación en Psicología. Como ya he adelantado, desecho radicalmente la posibilidad de realizar predicciones sobre el futuro, y me centraré en el presente del consultante (y por tanto, también en su pasado, a partir del cual se ha construido su presente), tratando solo de manera incidental sus posibles futuros inmediatos. Si quieres convertirte en adivino, lo respeto, pero aquí no vas a encontrar lo que buscas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario